A esa promesa



Como una luz difusa
allá a lo lejos
en una oscuridad
casi completa.

Ahí te encuentro a ti,
sin nombre, sin rostro,
sin pasado, sin futuro,
mi promesa pura de amor.

En un instante pleno
repleto de suspiros
la mirada solo vaga
con deseos de encallar.

Acaricio a las estrellas
a esas que aunque no las veo
se que están ahí,
detrás del nublado lienzo de mi noche.

Duele la carencia del abrazo
ese que tibio relaja mis sentidos
y va rompiendo mis barreras
con el íntimo latir de la ternura.

Es saber sin duda alguna
que se rompió mi esencia,
que renunció mi fuerza,
que muere parte de mi ser con amargura.

Es extrañar sentirse bien,
extrañar sentirse amado,
habitando el útero irrompible
de un milagro.

Mi fe, mi certeza en el amor,
es la mirada perdida del demente,
que apunta hacia la luna,
para señalar su hogar y su guarida.

Cuándo guardo silencio
me aburro de mí mismo
masticar nuevamente historias grises
y rumiar la enseñanza del fracaso.

Y al hablar he visto
cómo algunos me han llamado
inclusive afortunado,
por haber vivido así y sentido tanto.

No hay nada mas seguro y temeroso,
que vivir el dolor de lejos,
que llorar por contagio en la tristeza
y mirar la agonía que se aleja.

¡Pero bendito es el que vive con la duda!
del dolor, angustia, muerte y vida,
y va en el viento viajando
en una hoja.

Miro a mi alrededor la luz persiste,
artificio del hombre que ambicioso,
suplantó a la luna y a su brillo cadencioso
y me dejó sin ojos, para ver lo que ahí existe.

¿Cómo atrapar la dicha o la sonrisa,
dentro del corazón; no en una foto vieja?
¿Cómo retengo ése día en mi memoria,
en que el destino entero me habló por vez primera?

Mi cuerpo sigue en pie,
mas no mi alma,
ella se retiró de mí sin brillo,
mirando mi lamento que no acaba.

¡Y me alcanzó el futuro!
la profecía no cumplió con esa fecha,
no toque el cielo, no desplegué mis alas,
¡no fui, no soy!! ya no seré!

Qué me queda
sino hablar de la promesa,
esa eterna e infecciosa
que te arrastra.

Es que te ciega por voluntad propia,
y por anhelo,
ésa que te cobra en sangre,
sudor, llanto y desvelo.

No me queda si no contar de la promesa,
como ése que vio aquel cometa
de cauda tornasol
quemando estrellas.

Como el que vió a un gigante
decorar con nieve los volcanes
o exprimir cada nube en su camino
para hacer así, nacer un río.

No me queda mas que aullar por la promesa,
esa que incendia el pecho y las entrañas.

Esa que es fuerza bruta
y tempestad altiva
esa que marca tu sino
hacia la frustración eterna.

No me queda más,
que gritar que esa promesa,
es veneno que asesina, que hace a príncipes dejar trono y fortuna,
los hace hacerse amigos del mendigo,
persiguiendo ese segundo, tan repleto de promesa.

No me queda más, que rendirme a la promesa,
a esa que habla de amor, del amor puro,
del amor mas perfecto y mas sincero.

No me queda más,
que ver al infinito
y gritarle a esa promesa… ¡¡¡Yo te creo!!!