Abordo de una hoja de
almendro, navegaré en un riachuelo,
Que se disfraza de
charco, para ocultarse del tiempo,
Y sortear cada mentira,
que rompe contra todo,
Que intenta sin decencia
robarse mi tesoro,
Y de un salto gigante,
repito lo que ignoro,
¿Qué será ser feliz, que
será amar Amor?
¿Qué será descansar,
cubierto de ilusión?
Y a los ojos del mundo
me voy, me estoy perdiendo,
Me guardo un silencio
atento, mientras mi lengua cuestiona,
¿cómo es que me falta el
eco, de la bendita memoria?
El sabor de la alegría,
que tuve cuando era niño,
¡Corre!, grita un hombre
en una cruz,
y voy flotando, volando
en zancos,
¿Qué palabra?, algún, “ismo”?, ¿será acaso alguna, “ción”?
La palabra, ¿qué
palabra?, ¡ya está!
¡AMOR-TAD ó LIBER-MOR, FELI-GRÍA,
ALE-CIDAD!
Que la lluvia baje ya,
para que se disimulen,
Estos ojos que se caen,
en gotas de no comprender,
En gotas de sentirlo
todo,
De esos que levantan
faldas, de esos que llenan de tierra los labios,
que mientras silbaban,
se sorprenden empolvados,
haciendo gestos y
muecas, tras el beso de ese suelo,
Me voy, me fui, ya me he
ido,
¿Quién se acordará de
pronto,
Que algún día estuve aquí?
Y de pronto sale otro, y
otro más y son tres,
Una familia de perros,
Que bien que se quieren
bien.
Y ahí donde todo es frío
y silencio azul perdido,
Me reclaman al oído, los
recuerdos, lo sentido,
Lo comido, lo bebido,
Aparezco nuevamente,
convertido en este cuerpo,
¿cómo regreso a mi nube,
cómo llego a mi universo?
¿cómo tripulo de nuevo,
mi barca-hoja de almendro?
Y me pongo los minuto,
donde han hecho cicatrices,
Me guardo detrás de los
dientes mis historias y mis cuentos,
Y me pongo la careta del
que escucha siempre atento,
Y en el rabillo del ojo,
se instala siempre risueña,
La locura que paciente,
Para llevarme me espera.