Ayeres de luz



Ayeres de luz,
recuerdos de viento,
una mirada lo fue todo para mi,
se congeló de pronto el tiempo.

¿Cómo fue que así,
tan de repente y sin aviso
en tan pequeño cuerpo
apareció un cariño?

No sé si lo sembré en la noche,
o tal vez cuando fui niño.

El caso es que estas aquí,
con tus manos extendidas,
hacia arriba en ese entonces.

Toda tú, ternura viva,
toda tú, vida hecha niña.

Te tomé y en un abrazo
tuvo mas sentido el mundo
y los perros retozaron
con sus panzas hacia el sol.

Las flores y las hojas de esos árboles testigos,
de mi juego con tu amor,
de el enlace de tu historia con la mía.

Te llevé sobre mis hombros sin miedo,
por un instante fui gigante
y protector, amigo y cielo.

Tu sonrisa se grabó
todita entera en mi ser
tu mirada me tomó desprevenido,
y fui honesto.

Te di todo de mí cada plegaria,
misterio, canción y cuento,
te di mi amistad, mi mano plena,
para llevarte a dónde quieras y decidas.

Me repusiste la esperanza
y el suspiro,
mi abrazo volvió a ser grande
y refugio y también nido.

Que la distancia,
poco importe cada día,
si me piensas soy de ti
y estoy contigo.

Hoy tal vez mas viejo,
hoy tal vez mas gris,
hoy tal vez mas muerto.

Pero mi niña,
eres mi brazo, pierna, mano, voz y llanto.

Y sé que hoy ya mas mujer,
todo ha cambiado
sin embargo, mientras tenga
esta memoria.

Volveré a ese parque solo nuestro,
y alcanzarás las hojas, las estrellas y tus sueños,
cuando entre mis manos seas libre mariposa,
mi niña de ojos grandes y bonitos;
mi princesa, mi preciosa.