Ese muñequito mio



¿Qué por qué compré ese muñeco,
tan roto y feo me preguntas?

Y fue porque me dió ternura
verlo ahí tirado
todo lleno de tristeza,
de polvo y de mugre fría.

Y si ya sé que no está bonito
pero igual es un muñeco,
ve tú a saber en que lucha
o en que batalla campal
perdió un zapato y la risa
y los tres botones negros
de su fea y gris camisa.

Y si ya sé que no sirve
para que todos lo envidien
como aquél juguete caro;
pero es que lo vi perdido
sin entender su destino
con un ojito borroso
de llorar por cada niño.

Y si ya sé no me lo digas
tiene descosido un brazo,
me imagino que tratando
de aferrarse a la alegría
por poco pierde esa mano
y su esperanza hoy vacía.

¿Qué entonces para qué lo quiero?
Que ése muñequito mío,
en vez de estar en mi cama
pertenece a un basurero.

Qué se te hace tan raro.
Qué desentona en mi casa.
-me preguntas- ¿Qué le veo?

Pues bien debo ser honesto.
La primera vez que lo vi, pasó desapercibido.
Pero, cuando lo tomé en mis manos.
Vi la promesa en su rostro.
Vi su deseo tan grande.
Vi su pasión de gigante,
y en seguida lo compré.

Y es que ya ha sufrido mucho.
Ya me lo contó despacio.
Con sollozos en silencio,
con revelaciones mudas.
Ya me dijo de su miedo,
me repitió treinta veces,
si tan solo… si tan solo…

Me susurró que hace tiempo
sentía al mundo su sitio,
hoy no entiende lo que pasa,
ni le importa lo que venga.

Y es que lo vi ahí rodeado
de otros juguetes sin rumbo.
La gente iba y venia
como marejadas tontas,
ignorantes al instante,
a la magia del segundo
en que su rostro pintado
te hacia eco en lo profundo.

Me platicó lo duro que era
estar relleno de trapo
de su desesperación a veces
por no poderse lavar
por no poder levantarse
e irse corriendo a algún sitio,
donde pudiera jugar
y ser siempre bienvenido;
por no tener un hogar.

¡Y lo compré porque quise!
y porque pude también
sentí la misericordia,
me sentí un instante bueno,
bien valen unas monedas
sentirme parte del cielo,

Y vieras con su mirada
cuántas bendiciones dijo
y a pesar de tener miedo,
me dijo que yo era su amigo…

¿Entiendes ahora el por qué,
mis razones y motivos?
Ese muñequito triste
se parece tanto a mi
y él sin decir casi nada
se identificó conmigo.
Lo salvé, eso me dijo,
y él me enseñó a caminar,
a pesar de los dolores,
de la tristeza y la pena,
a pesar de los errores.

Me dijo que me mantuviera firme
que llegaría ese día,
en que alguien me vería,
me recogería del piso,
y por mi unas monedas
con gusto entregaría.

Y podría aunque roto
descansar por fin tranquilo
y sentirme protegido
y lleno de amor y cariño
y podría como nunca,
saberme completo y vivo.